SUEÑO CON FLAMENCOS (Semblanza del poeta Pedro Mario Delheye)

Sueño con flamencos (Semblanza del poeta Pedro Mario Delheye)

En esta reseña sobre poetas platenses, Julián Axat continúa con la semblanza de poetas de la llamada“ Primavera Trágica”, en este caso con la figura de Pedro Mario Delheye (1894-1917).

Hace poco tiempo hicimos aquí la semblanza de Francisco López Merino (1904-1928) (https://www.elpaisdigital.com.ar/contenido/en-la-maana-busc-la-noche/29547), y de Héctor Ripa Alberdi (1897-1923) (https://www.elpaisdigital.com.ar/contenido/el-estudiante-insurrecto-semblanza-del-poeta-ripa-alberdi/33499). Hoy quiero continuar la saga, introduciendo al tercer poeta de aquella camada: Pedro Mario Delheye, al que caracterizaré como soñador de flamencos, por su obsesión por su origen y la influencia de la lirica flamenca.

***

Para una breve genealogía de la familia Delheye

Los primeros rastros de la familia Delheye los encontramos en la localidad de Dolores, a mediados del siglo XIX, en la figura de don Carlos Delheye, descendiente de flamencos (“viejo flamenco” dirá uno de los poemas de su nieto),  quien allí se había radicado y ejercía como ingeniero forestal.

Se le atribuye a Carlos haber diseñado el plano catastral del pueblo dolorense. Así lo refiere el historiador José Fernando Selva, en Quién es quién en dolores (Methopress, 1975), en donde cuenta que se casó con doña Victoria Rodríguez, con quien tuvo tres hijas y dos hijos varones. De la que brinda noticia es de Clara Delheye, quien se casó en 1886 con un tal Dalmiro Viale, siendo ambos preceptores; es decir, sus trayectorias vinculadas al mundo de la docencia. A Victoria Delheye la nombra al pasar, pero no brinda mayores datos.

Los hermanos Pedro Delheye (1863-1914) y Juan Ramón Delheye. Ambos siguieron diferentes caminos. Juan Ramón se ordenó sacerdote y fue cura en parroquias de Dolores y de la Capital Federal. En cambio, Pedro, se recibió de abogado en la UBA, se radicó luego en Córdoba donde ejerció la profesión y la docencia; y más tarde en 1887 llegó a La Rioja, lugar donde estableció un estrecho vínculo con el gobernador Joaquín Víctor González, que –desde entonces– lo hizo su socio, acompañándolo en cada uno de sus destinos institucionales y políticos (fue senador nacional, Ministro de Educación, Justicia, de Interior, etc).

Uno de aquellos destinos fue la Ciudad de La Plata, donde fue rector del Colegio Nacional “Rafael Hernández” entre los años1904-1905, en el mismo momento que J.V González era el rector de la Universidad Nacional de La Plata, de la que será su verdadero fundador espiritual.

Cuando la familia Delheye viajó desde La Rioja acompañando a González, lo hizo ya con su numerosa familia y hasta con el personal de servicio. Todos se establecieron en Buenos Aires y –más tarde– en La Plata, en la conocida estancia “Las Rosas”, de calle 61 entre 28 y 29, cuyo casco compró en la década del 30´, Ataulfo Pérez Aznar.

Pedro Delheye se casó con Ema García, y tuvieron seis hijos: (1) Manuel (no tuvo descendencia). (2) Juan Gregorio (quien se casó con Carmen López Merino, la hermana de Francisco, el poeta). (3) Haydee (casada con Julio Diehl, no tuvo descendencia); (4) Noemí (casada con Serigos, con quien tuvo tres hijos); (5) Ema (casada con Tatá Esteban, padres de Raúl Esteban).

Y finalmente, (6) Pedro Mario Delheye, que es quien aquí más nos interesa, nacido en Buenos Aires el 6 de febrero de 1894.

El poeta.

***

Sueño con flamencos

Pedro Mario, llegó a La Plata en 1897 junto a su padre, y a los 20 años se recibió de abogado en la UNLP. Esto es, en 1914, al mismo tiempo que fallecía su padre; de modo que su destino era continuar el legado de jurisconsulto y notable que había ostentado hasta entonces el Dr. Delheye.

Sin embargo, al igual que su amigo y cuñado Francisco López Merino, el derecho no lo llenaba, era la poesía y el ambiente bohemio de la juventud lo que realmente le interesaba.

Pero claro que la literatura no era ajena al mundo jurídico. El propio Joaquín Víctor González, que fue para los Delheye un faro intelectual, era bibliómano, coleccionaba libros raros (la obra de místicos y masones). Como prosista, su obra Mis montañas (1905), evidencia esa obsesión lírica. Pues Joaquín leía y traducía versos –como Mitre–, que creía fervorosamente en la juventud y escribía, por ejemplo, estas líneas significativas: “Las naciones no pueden vivir mucho tiempo sin héroes y sin poetas, y cuando no los tienen, los forjan en el seno de una leyenda fantástica o materializan y dan cuerpo a las aptitudes poéticas y musicales de la raza”.

Pedro Mario admiraba a Joaquín. Además de amigo de su padre, fue su profesor en la carrera de derecho, quien lo alentaba en los asuntos poéticos. Porque la vida de abogado del joven Delheye es desconocida, diría que insignificante. En cambio como poeta, llevará ese título para la posteridad.

Su deambular por la ciudad junto a sus vates de la “primavera trágica” será su marca de fuego. Y el único libro que llegará a ver publicado: La vida interior (Editorial Nosotros, Buenos Aires), que se imprimió en La Plata en 1917.

Como dice César Cantoni en su blog: (http://lospoetasnovanalcielo.blogspot.com/2012/12/pedro-mario-delheye.html): “Su poesía, heredera del simbolismo de Rodenbach y Samain, pero también del parnasianismo y el modernismo, transmite una fuerte religiosidad que la diferencia de la escrita por sus pares platenses.

Según Gustavo García Saraví, “La Plata oficia de simple aunque eficaz agente catalizador. La ciudad perfílase en tácita sobreimpresión. Las arboledas, las muchachas, los templos, la vida social, las comodidades, la prosperidad, la despreocupación, cumplen acabadamente su tierna y pacífica tarea de ser un tiempo, una población, una inquietud, un señorío, únicos e intransferibles. Pero hay una característica principal: en la casi totalidad de sus estrofas surgen, desde los abuelos y los sueños prenatales, bellos y brumosos paisajes flamencos, allá en la lejana Brujas…”.

Alejandro Tarruella (4 poetas platenses, 1963) refiere a la obra de Pedo Mario, como de una poesía religiosa, con caracteres de ensueño, nostalgia. Sabe evocar. Hay imágenes cristianas, de salmos, de los Evangelios, de Job, etc. En el autorretrato, poesía inicial de La vida interior, que nos habla de ciudades de ensueño. La Plata, ciudad que atesora remansos y fuentes de poesía, inspira también la nostalgia de otras ciudades muertas.

Dice el poeta:

Con frecuencia sueño /en ciudades antiguas cruzadas de canales/ en mi memoria viven góticas catedrales,/ beguinages ocultos con floridas ventanas/ procesiones monjiles/ a un toque de campanas./ Mejor que estas urbes de América/ estaría en Brujas o en cualquier ciudad de lejanía/ como mi noble amigo Rodenbach…

Delheye, continúa esa tradición católica que tiene al belga Maetrlinck como centro, quien ha hecho elogio del silencio, vivía de la religiosidad de los instantes más puros, y guarda delectación con los textos sagrados:

Le consagro dos horas al Viejo Testamento/cada mañana y canta un dulcísimo acento/ de órgano en mi interior…

El Flandes francés y el Flandes belga han sido regiones propicias para grandes poetas y pintores (Van Eycke, Van der Weydn, Memling), liricos (Samain, Rodenbach, Maetrlinck) que nos han dado la poesía del sueño, la “reviere” francesa de la que habla Verlaine. La imaginación o el paralelismo de La Plata como si fuera Brujas, es parte de la mitología de la fundación, tal como nos dice Daniel Badenes en Un pasado para La Plata (EME, 2015), se trata de un dispositivo de invención en el que los poetas también cumplen cierta función.

Pedro murió de tifus en 1918, con solo 22 años.

Al año siguiente, sus amigos publicaron una segunda edición de La vida interior, agregando poemas póstumos.

El libro es inhallable. Solo encontré un ejemplar en el Palacio López Merino.

***

Poema

Transcribo el poema dedicado por Pedro Mario, a su abuelo Carlos Delheye.

Viejo Flamenco

                            A la memoria de mi abuelo paterno

Conservo de aquel viejo un recuerdo muy vivo.

Se parecía mucho a un burgués de Van Dyck.

Afeaba su rostro un melancólico tyc

Nervioso, y siempre estaba grave y meditativo.

Lo contemplo leyendo grandes libros dorados,

con escritura gótica y estampas de Durero;

cubre su testa rubia un aludo sombrero

y emerge la cabeza de los amplios volados.

Sobre el atril de acero descansa el “libro de las horas”.

Desde el muro en penumbras silabea las horas

un reloj de madera con péndulos de cobre.

En un vaso de arcilla hay un ramo de rosas.

De vez en cuando el viejo medita, y traza sobre

las páginas de un libro señales misteriosas…

***

Fuentes

La breve genealogía de la familia Delheye que tracé al principio de esta nota, se la debo a la amabilidad de uno de sus descendientes: Pedro Delheye (sobrino-nieto del poeta y nieto directo de Carmen López Merino, también actual Director de Patrimonio Cultural de la provincia de Buenos Aires).

Asimismo, también me basé en los registros dejados en manuscrito por el escritor Leopoldo Brizuela, en una biografía de Joaquín Víctor González (El divino Joaquín, de Roberto Rojo, Edit. Nexo, 2013), que compré en una librería de viejo y que le pertenecía.

Entiendo que Leopoldo, antes de morir, estaba investigando esta misma historia.

Pedro Delheye y Guido Herzovich, me ayudaron a entender las razones (o el enigma) de la curiosidad de Leopoldo por la vida de J. V González y la genealogía de la familia Delheye. La abuela paterna de Leopoldo, era una de las trabajadoras domésticas que viaja desde la Rioja junto a las familias González y  Delheye, para instalarse finalmente en la ciudad de La Plata.

Pedro Delheye - Factor Cultura

Pedro Delheye, sobrino nieto del poeta,

que es el actual Director de Patrimonio Cultural de la Provincia de Buenos Aires

Julián Axat. Escritor y abogado.

Deja un comentario