Por Julián Axat
Por lo general, los temas de infancia y adolescencia han estado en manos de una cultura de institucionalización de la pobreza, a través de la llamada pseudoprotección del “Patronato”. Hasta fines de los 80, la reproducción de prácticas y discursos tutelares, estaba garantizado por un sistema burocrático de Minoridad Provincial financiado de acuerdo al espíritu del Estado de Bienestar (22.278- ley 10.067). La matriz era el Instituto de Menores o el Hogar de Transito, ambos cumplían el rol de receptáculo para el secuestro institucional sustitutivo de la “familia disfuncional”, núcleo social que no se acoplaba a la bonanza de las variables económicas basadas en el pleno empleo y la estabilidad planificada de la economía.
Es decir, la marginalidad de la niñez y adolescente no parecía un problema estructural allí donde el barrio, la escuela y la fabrica garantizaban un patrón de acople. En los casos donde ello no funcionaba el sistema tutelar tenía los suficientes dispositivos “disciplinarios” para reencausar la “disfuncionalidad” o “anomia”.
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